La última cacería.
Buena parte de la magia del cine viene de su condición de fábrica de impostados recuerdos. Uno puede ―así viendo La última cacería (The Last Hunt)― añorar cuando cazaba búfalos sin cortapisas, y los desollaba luego para al final dejar tantos esqueletos esparcidos por una pradera. Qué tiempos. Pero también, como le ocurre a Sandy McKenzie, puede uno estar ya cansado de tanta muerte, de manchar sus manos con sangre, y a fin de cuentas de continuar matando lo que uno tanto ama.
Al héroe cansado lo interpreta aquí Stewart Granger ―el inolvidable Jeremy Fox de Los contrabandistas de Moonfleet―, quien vive una contradicción de sombrío desenlace: hace lo que quiere y destruye con ello lo que más ama.
Además de pasar un buen rato, a uno se le ocurre que no se ruedan ya westerns ―ni “malos” siquiera, se entiende― por tanto pegajoso buenismo. Los pistoleros, los cazadores como McKenzie, no tienen sitio en tiempos de corrección. Y quién sabe, quizá algunos problemas se solucionarían si los más jóvenes vieran películas como ésta. A fin de cuentas, siempre hay quien está convencido de que no hay mejor educación que el viejo cine.
Fuente: Dos cabalgan juntos-Publicado por C. V. Moure