CAMINO DE LA HORCA

Publicado en por CINE MIO

 (Raoul Walsh, 1951)

Es difícil no tener a Walsh entre los grandes directores del western, entre los más grandes, es decir, a la altura de Mann, Hawks y casi del mismísimo John Ford. Pero en general no se le suele apreciar en su justa medida, su nombre no suena con la misma fuerza que los citados en la memoria de los aficionados, y seguramente parte de culpa la tenga su dirección contenida, una realización poco dada a los excesos. En su cine no abunda el espacio para los momentos de lirismo o más sentimentales de John Ford, para los agudezas psicológicas —casi dostoievskianas— de Anthony Mann, ni para los diálogos vivaces e ingeniosos de Hawks. Su cine se nos presenta, si me permiten la expresión, más desnudo, casi como un lienzo por donde los personajes se mueven mirados con distancia, a veces con desprecio o indiferencia, por un autor ocupado en dosificar el ritmo, en crear una eficaz impresión de fugacidad que deponga la incredulidad del espectador. El compás de la narración asemeja marcado por la exactitud de un metrónomo.

 Kirk Douglas encarna al marshall Merrick, quien acompaña a un presunto asesino (Walter Brennan) rescatado de un linchamiento y a su hija (Virgina Mayo). Un western en ruta, donde los personajes se desenmascaran mientras el duro trayecto mina la confianza del protagonista en la justicia. Y es que Camino de la horca (Along the Great Divide) es otra puesta en cuestión del sistema judicial americano —como las que hizo Fritz Lang varias veces desde Furia, su primera película americana— y de su eficacia. La pregunta que planea podría ser ¿para qué entregar el uso de la violencia a un estado que no resulta infalible? Y la respuesta, la que arroja esta película, es desesperanzada, sobre todo en esa azarosa y casi última secuencia que nos coge a contrapié. Asoma la desconfianza hacia el estado y su farragoso aparato, la misma que hoy, en pleno siglo XXI, empuja a los integrantes del Tea Party a reclamar, parece que con éxito, menos estado y más sociedad.

 Por si fuera poco se desmiente otro lugar com

 

ún, este puramente cinematográfico, el atinente a la sencillez —para algunos simpleza— de las películas del Oeste. Qué quieren que les diga, pero el empleo aquí de un reloj perdido me parece propio de los guiones firmados por Billy Wilder con I. A. L. Diamond o Charles Brackett, por decir algo. Pero los nombres son Walter Doniger y Lewis Meltzer, quienes entregaron a Walsh y a Kirk Douglas el instrumento para una fantástica hora y media de cine facturado hace más de medio siglo. Quién lo diría.

 

Fuente:Dos cabalgan juntos. Publicado por C. V. Moure

 

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